Visitar el Cajón de Tariquía equivale a ingresar a una piedra gigantesca de cuyo centro brota agua cristalina en abundancia. El entorno se halla adornado por miles de árboles que realizan su mejor presentación cuando florecen. El calor y la humedad que predominan han convertido las pozas naturales en el oasis de excursionistas. Es proverbial su fama entre los pescadores de Bolivia, Argentina y más allá porque centra nutridos cardúmenes de surubíes, bagres y gigantescos robales. Pero en años recientes y con cada vez más intensidad crece la amenaza de que las aguas y la fresca neblina del Cajón se enturbien. 

Esta megarroca que encajonó (de ahí el nombre) al río Tarija a 65 kilómetros al noroeste de la ciudad de Bermejo se halla en Tariquía. Y Tariquía es oficialmente la reserva nacional de flora y fauna, pero, técnicamente, además, está considerada una “fábrica de agua” y un pulmón regional: el “pulmón tarijeño”. De hecho, el Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) justifica la creación de esta reserva bajo dos características centrales: “Conservar la biodiversidad del ecosistema de yungas andinos (bosque nublado) y de sus funciones ecológicas como la producción y purificación de agua de los ríos Bermejo y Grande de Tarija“. Sin embargo, nadie sabe si dentro de unos años la reserva seguirá cumpliendo sus valiosas funciones. 

Las autoridades decidieron, contra todo reclamo y varias normas, buscar “el excremento del diablo”. Así llamaba a los hidrocarburos el venezolano Juan Pérez Alonzo, uno de los fundadores de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). “No es oro negro, es el excremento del diablo”, corregía, tal cual cuentan los estudiosos del tema. Por millonésima vez, ahora en la comunidad de El Cajón, ubicada a tres kilómetros a la megarroca y sus abundantes aguas se confirma que no se equivocó.

Carmelo De Grazia

Matonaje progas

“Les han cerrado el paso a los comunarios de El Cajón para no dejarles ingresar a su propia comunidad —denunció en abril María Teresa Rojas, representante de la Asamblea de Derechos Humanos—. Están contra las cinco familias que viven en la zona, incluso contra la fundadora de la comunidad. Y lo hacen sólo porque estas familias están en contra del ingreso de las petroleras. Son personas ajenas a la zona que no tienen sus casas ahí quienes les agreden así. Vulneran derechos fundamentales”. 

Los comunarios afectados mencionaron incluso presiones más violentas. Según el relato, los actos de matonaje contra cinco de las seis familias de El Cajón incluyeron golpizas e intimidaciones contra los comunarios. Asimismo, en lo que otrora era una comunidad apacible, incursionaron ladrones de ganado vacuno y porcino en unos casos. En otros, alguien simplemente disparó contra las vacas, haciendo que éstas se lesionen y quiebren patas en su huida. Los pobladores de El Cajón apelaron a las autoridades y diversas organizaciones humanitarias. Pero, poco a poco, parecen resignarse a las presiones. 

“Mucho andamos queriendo defender y buscando ayuda de la gente y para que venga —relata Bernarda (nombre ficticio)—. Fuimos donde los activistas, como les llaman, pero casi ni se han movido. Apenas vienen, hablan, se sacan foto, me hacen hablar, me hacen propaganda en las redes sociales. Pero cuando volvimos a casa teníamos todo en contra y a nadie que nos apoye. Nos vimos como perros, a una de las comunarias más antiguas le llegó a dar preembolia. Así que dije: ‘Como no hay nadie que me defienda, me quedaré callada”.

Carmelo De Grazia Suárez

Máquinas en el bosque

Desde septiembre, a menos de un kilómetro de donde habitan las familias de los comunarios, se empezaron a emplazar las instalaciones petroleras. La zona ha sido clasificada como el bloque Astillero, donde se han iniciado obras civiles de lo que serán los pozos exploratorios. “Han abierto camino ancho como de ocho metros —dice Bernarda—. Hay una planchada aquí abajo y hay otras dos más arriba al otro lado, cantidad de movilidades están entra que sale. Parece que dos serán para perforar y una para campamento. Luego también le están saltando más allá, a Churumas. Si eso más hacen, adiós Tariquía”. 

En Churumas ha sido ubicado otro bloque para la exploración de hidrocarburos. Según la zonificación establecida hace más de 20 años, los dos bloques —Churumas y Astilleros— se hallan en pleno núcleo de la reserva de Tariquía. Es decir, están ubicados en la “zona de protección estricta”, la que merece más cuidadosa preservación. La sola construcción de los caminos de ingreso y compactación de terrenos desarrolladas hasta la fecha suman una serie de irregularidades y violaciones a las normas. Llegan más problemas. De acuerdo al cronograma de la empresa YPFB Chaco, la perforación del primer pozo debe iniciarse en el corriente noviembre. 

Para facilitarse las cosas, las autoridades realizaron una extraña y no del todo efectiva modificación. “Hubo un cambio del plan de manejo de la reserva, viciado de irregularidades, que hizo que un tercio de la zona ‘núcleo’ forme parte de una zona de ‘uso moderado’ —explica el investigador Jorge Campanini, del Centro de Documentación e Información Bolivia (Cedib)—. Ahora señalan que, como no es zona núcleo, pueden operar. Pero, aun así, el Reglamento de Áreas Protegidas dice en las zonas de uso moderado no se puede realizar actividades extractivas. Hay una doble violación de la norma, evidente mala intención y más problemas”

Aquellos cambios al plan, producidos en 2015, coincidieron con la notoria baja de la producción de gas y sucesivos fracasos en la búsqueda de nuevos reservorios. Luego, a partir de fines de 2016, los anuncios y primeros intentos de ingreso a la reserva desataron rechazos tanto de los comunarios como de otros sectores del departamento. Bloqueos, marchas y plantones que llegaron a enfrentamientos con fuerzas policiales y repercutieron en todo el país frenaron los planes hasta 2019. Tras dos años de conflicto y pandemia, las autoridades del nuevo Gobierno volvieron a la carga. Ahora sus objetivos comenzaron a cumplirse y se anuncia ya su plena consolidación. 

¿El riesgo mayor?

“De los cuatro bloques establecidos, uno de ellos, Astillero, ya entró en etapa de inicio de operaciones —explica Campanini—. Para Churumas, tiene contrato con YPFB Chaco y se actualizó recientemente su licencia ambiental, es decir, se halla próxima a ser intervenida. San Telmo norte tienen contrato con Petrobras y, el 12 de septiembre, el Viceministro de Exploración dijo que está listo también para que se inicien operaciones. Mientras tanto, San Telmo Sur no tiene todavía actividad, pero sí un compromiso de que se negociará con la empresa YPF de Argentina. Es una situación de emergencia, los tres proyectos contra los que hubo tanta resistencia están en vías de materializarse, uno de ellos, en plena materialización”. 

Así, en medio de una especie de desesperación extractivista, las autoridades lanzaron una de sus apuestas más caras. Según diversas voces, la incursión petrolera en la reserva nacional de flora y fauna no sólo pondría en riesgo esa riqueza más las aguas de importantes afluentes del Pilcomayo. Prevén que estaría en juego el “pulmón tarijeño”. Advierten que se arriesga “la fábrica de agua”, generadora de “ríos aéreos que convierten en valle florido, lo que, sin ellos, sería casi un desierto. 

“La característica de este ecosistema es su gran cantidad de agua porque recibe vientos que prevalecen en un solo sentido –explica Alexis Solaris, activista de la organización Acción Humanista Revolucionaria (AUR)—. Los vientos llevan sus nubes hacia las montañas y como las nubes chocan se elevan progresivamente, entonces el agua se condensa y desata grandes precipitaciones. Además, siempre hay agua porque el tupido bosque, los miles de árboles, transpiran en todo momento. Tariquía está cerca del valle tarijeño, a algo más de 100 kilómetros, entonces lo fertiliza, lo que marca ese proceso maravilloso”

Claudia Oller, miembro de la organización medioambiental Prometa, ha señalado a la publicación MongaBay: “A Tarija le favorecen los ingresos de frentes fríos y cálidos que provienen del Atlántico y que llegan de Tariquía e ingresan por el cañón del Angosto y chocan con la cordillera de Sama“. Solaris explica que es en ese momento, cuando las nubes chocan con la cordillera de Sama, que se encuentra al norte, que se completa el ciclo hidrológico en Tarija que crea las fuentes de agua. Advierte además que las consecuencias de su alteración afectarían a una zona mucho más vasta que el propio departamento de Tarija

Las explicaciones de Oller y Solaris coinciden con las del experto alemán Stefan Cramer. El destacado hidrólogo germano alertó que existe el riesgo de una gran sequía en el Valle Central de Tarija si se deforesta el bosque de la reserva de Tariquía. Cramer, en un foro organizado por el Cedib, Cáritas y organizaciones campesinas, calificó a Tariquía como una “bomba de agua”. Explicó que el área protegida constituye un generador de lluvias que se infiltran en los suelos para recargar los acuíferos subterráneos que abastecen a las fuentes de agua

Luz verde a petroleras

Pero, pese a las advertencias y a una todavía latente resistencia, la embestida petrolera, que ya anuncia trépanos, continúa. En declaraciones al diario El País , el viceministro de Exploración y Explotación, Raúl Mayta, criticó a quienes se oponen y los tildó de desinformados. Recordó además que las empresas aguardan el ingreso por una cláusula de fuerza mayor que se firmó en los contratos del año 2019

Esta fuerza mayor —del 28 de junio de 2019— es por el conflicto social de algunas cuantas familias que se oponen al trabajo que se está realizando —explicó—. Gente desinformada por externos, por ONG, gente violenta que no ha dejado realizar operaciones en el área bajo el argumento de que destruyen la fauna, la flora, el medioambiente”. Mayta luego explicó que las exploraciones no causarán daño ambiental porque se manejará el proyecto “con absoluta responsabilidad social y ambiental”. 

Hasta el presente, las autoridades del área no han brindado entrevistas sobre el tema a prácticamente ningún medio. Recurrentemente han señalado que él área afectada no llega al 1 por ciento de la reserva. Sin embargo, el área comprometida por bloques, de acuerdo a los propios mapas presentados, implica a 128.083 de las 246.870 hectáreas que tiene la reserva. 

Más intimidación

Eso sí, la presión que se ha impuesto a los proyectos ha ido más allá de los propios comunarios. “Hace cuatro meses, fuimos varias parlamentarias, como Luciana Campero, Centa Reck, Luisa Nayar y activistas al sector sur de la comunidad El Cajón —cuenta la senadora Cecilia Requena—. Comprobamos una apertura significativa de la carretera para que entre maquinaria pesada al núcleo del parque, y sé que las cosas han ido empeorando. Entraron destruyendo todo a su paso, una deforestación marcada de la que hay fotografías. La empresa impuso trancas en la zona y aún los legisladores teníamos que darles explicaciones”

No sólo eso. Lo más crítico, según relata Requena, vino después. Al salir de la inspección la comitiva fue objeto de amedrentamientos. “Empezó a llegar gente, así como grupo de choque, que no vive en la reserva, en decenas de motocicletas —recuerda Requena—. Se ha denunciado que es gente a la que le han prometido tierras dentro de Tariquía. Se apostaron a la salida, se acercaron y estaban como tratando de agredir a dos de las parlamentarias que iban el primer vehículo, nos intimidaron. Luego, en otro momento, la propia empresa hizo que nos detuvieran en una tranca y nos filmaron de manera ostentosa, como si fueran dueños del lugar”. 

En 2018, cuando las protestas eran alternadas con negociaciones que planteaban las autoridades, una delegación tariquieña fue a recorrer el Aguaragüe. Visitó la zona donde hoy se agotan los megacampos gasíferos que se explotaron en los últimos 25 años. A su retorno, la resistencia se hizo más férrea. El balance se resumía en unas cuantas palabras que sintetiza Solaris: “Surgieron zonas contaminadas y hay gente muy pobre en diversas zonas del Aguaragüe. En toda Tarija, todos protestan porque no se sabe a dónde fue la plata del gas. ¿Y si ahora pasa lo mismo y, encima, le quitan el agua a Tarija, qué haremos?”


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